La regla

Engañarnos. Esa fue la base de todo, el código que legitimó ocho años de abrirnos heridas. Así se nos formó, en la de ver para otro lado, meter bajo el tapete la mugre, por eso nos pareció normal. Cuánto nos hubiésemos ahorrado con detenernos un poco y pensar; y reescribir la Carta no escrita. De haber explorado un cierto grado de sinceridad no tendría la jeta afligida de tanto gesto chismoso, signos delatores de mil tormentos.

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