Le profetizaron el fracaso en cada proyecto, en sus relaciones, en cada intento por cambiar los hábitos dañosos. Se leía con toda claridad en las líneas de sus manos, la gitana apenas y entrecerró sus ojos de lechuza para desentrañarlo. Todo se cumplió, pero cada día, hasta el último, se dispuso a sumar pequeños actos, gestos ínfimos, emociones enemigas a su fatalidad. El compendio en apariencia inútil de todo ello le sirvió de mortaja al alma, tornó en cálido el gélido beso de la parca. Morir en paz, esa fue su gran hazaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario