Diario del Gato: 15 de febrero de 2020


La arena bajo la que entierro mis desechos es diferente. No aglutina, y está conformada por trozos de piedra más que por granos; las migajas húmedas y con ese horrendo olor concentrado de atapulgita y silicato de calcio me hacen perder las ganas incluso de comer. Un detalle de esos basta para arruinar el día de cualquiera. Lo peor es que durará por lo menos una semana antes que sea desechada en su totalidad. Lo que hay qué sufrir.

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