Paranormal # 1


E
ra de noche, pero no muy tarde. Trabajaba frente a mi computadora de escritorio en la habitación de arriba. Tenemos dos hijos, una niña de cuatro años y un bebé de uno, y todo el tiempo llenan la casa con sus vocecillas. Esa noche podía oír a la pequeña abajo, jugaba con una vecinita mientras mi esposa platicaba con su mamá en la sala.

                Como ya dije, trabajaba frente a la pantalla, era la única persona en la segunda planta, pero sentía que alguien me miraba desde la oscuridad del pasillo. Me levanté y, efectivamente, vi una figura de espaldas, delgada y alta, cargando algo en sus brazos, justo afuera de la habitación. No podía ser otra persona que mi esposa, supuse que habría subido por algo. Le iba a hablar cuando noté que, cosa increíble, la figura frente a mí no se apoyaba en el suelo, más bien levitaba. Agucé el oído, mi mujer platicaba en el piso de abajo muy alegremente. ¿Qué cosa tenía ante mí entonces? Antes de atinar a contestarme nada la entidad avanzó hacia las escaleras, alejándose de mí. Decidí acercarme a ella con sigilo, para tratar de asirla y averiguar sus intenciones, pero un detalle me hizo alterar el plan: reconocí en el bulto que llevaba en sus brazos a mi bebé de un año. Me abalancé entonces con violencia, ya sin miramientos, y le arrebaté al niño. Tropecé y casi fui a dar al suelo, resbalando por los peldaños. A la altura del descanso, cuando ya había recuperado el equilibrio, las luces se encendieron y me encontré con la ligera carga del bebé en mis brazos, sus manecitas aferradas a mis hombros; pero nada más, de la entidad delgada no veía rastro.

                Al oír el ajetreo mi esposa había encendido la luz. Me preguntó si todo estaba bien, había asustado a todos abajo con el escándalo. Fui descendiendo de espaldas a ella, no quería quitar el ojo del piso de arriba porque temía que el intruso siguiera ahí. Al llegar abajo, aún concentrado en la escalera, le dije a mi cónyuge que tuviera cuidado, que había alguien en la casa y que lo mejor era salir, que debíamos llamar a la policía para que la registrara. Cuando finalmente la miré me petrifiqué, ella tenía en sus brazos a mi bebé, y abrazada a sus piernas me miraba mi niña. ¿A quién entonces traía cargado yo? ¿Qué era ese ligero peso que se apretaba a mí con una fría delicadeza? Cuando lo aparté violentamente ya no tenía vida, no era más que una sábana y ropa de mi niño echa bola en mis manos. Las caras de mi vecina y mi esposa no cabían del asombro. ¿Qué carajo me había sucedido?

                Desde entonces ya no he podido conciliar el sueño, y se ha corrido la voz de que estoy perdiendo el juicio. Poco a poco mi vida se ha visto encandilada por una luz blanca y mortecina que lo inunda todo, una niebla que me empaña cada vez más la vista.  



twitter.com/LuisCerceta

No hay comentarios:

Publicar un comentario