Caminaste la última vez por el boulevard, de nuevo ajado por la señora del abarrotes. Apañaste el hueso que ya no pudiste roer, quedó prendido a tus mandíbulas luego de pasarte encima la parca el peso de un tres y media toneladas. Luego fuiste bulto en la carpeta asfáltica, masa putrefacta en ese duro cementerio, último lecho de gatos, ratas, aves, perros, todos tiesos.
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