Me desplazo entre los muebles como una sombra derramada tras los pies de quien la proyecta, pero yo soy autónomo, si acaso una proyección del universo, un milagro concentrado en un espacio mínimo.
A veces, cuando el sol incide en mi pelaje de raso, en mi pecho se puede distinguir un reflejo rojizo. Por ello uno de mis muchos nombres es Pechorrojo.
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