Hoy fue un día caluroso y, como es costumbre, mis humanos dejaron el calentador ya apagado bajo la ventana angosta que mira hacia el sur. Me gusta sentarme ahí y sentir el viento de la tarde. Nadie sabe de la fruición que me trae su caricia de primavera prematura. Aunque los días vienen cada vez más con un aire envenenado.
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