Hay que caminar un rato por la vereda principal, hasta la casa que se sitúa justo antes de la “y”. Ahí el color de los tiestos derruidos se asoma por entre el verde ocre de todo el panorama. Baja por el camino cubierto de escombro y maleza junto al muro que da al acantilado, algunos 500 metros aproximadamente, y la verás, su entrada se eleva a más de 20 metros y se sabe que conecta con la cueva de los murciélagos, en un enmarañado cavernoso de cientos de kilómetros.
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