No le dio vértigo mirar hacia abajo. Eso era de verdad extraño, porque incluso la subida a un puente peatonal siempre le había costado mareos y ansiedades. Probó de nuevo que la cuerda estuviera bien sujeta y adelantó un pie, pero el vacío le llamaba, le endulzaba el estómago con una cosquilla seductora para que inclinara siempre un poco más el cuerpo. Era de verdad muy extraño porque ahora hasta sentía que la cuerda le estorbaba. Si no lo ve el guía se habría quitado el arnés y se habría lanzado sin pensar.
Luis Cerceta
No hay comentarios:
Publicar un comentario