Julieta no lo quería, se lo dijo Amaranta sin afán de ponerlo en su contra, sus afanes para conquistarla eran una vil pérdida de tiempo. A ella en cambio le fascinaba su fachada de perdulario, la idea que daba de vicioso y mujeriego, y le fascinaba precisamente porque en el fondo era todo lo contrario: un soñador, un solitario, un idealista. Julieta no sabía eso, qué iba a saber si la mitad del tiempo se la pasaba viéndose en el celular. Amaranta en cambio.
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