Le soltó el me fascinas con la mueca adorable que ella le conoció la primera vez que salieron, cuando le abrió la puerta y le dijo que se veía hermosa. Pero él sabía su oficio, sus trucos, conocía sus virtudes para llevar a cabo sus metas lúbricas. La mueca la volvería a usar, junto a muchos otros recursos, confite odioso del desengaño, cuando le dijera que se iba, que lo mejor sería no volver a verse.
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